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andreazurlo

EL ODIO


Basta con que un hombre odie a otro

para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera.

Jean Paul Sartre







Es el más potente e imperecedero de los sentimientos, se irrita ante la simple existencia de lo odiado y se placa únicamente con su desaparición. Nos acompaña desde que comenzó nuestra andadura por este planeta y no conseguimos erradicarlo, todo lo contrario, rejuvenece y se alimenta, se infla y genera una rabia irrefrenable. Se ha puesto de moda, seduce y conquista.

Te odio por negro, por blanco, por judío, por musulmán, por cristiano, por norteamericano o europeo, por oriental, por gordo o flaco o viejo o demasiado joven, por homosexual o súper macho, por rubia y bonita, por gorda, por fea, por mestizo, por tener acné, por tener dinero, por ser pobre, por ser de derecha o de izquierda, por ser indio, por ser nórdico, por ser latino, por ser mujer y usar minifalda mereciendo la violación. Odio tu peinado, tu celulitis, tu cabello blanco, tus orejas, tus ojeras, tus ojos estrábicos. Te odio porque poseo el monopolio de la verdad y del dolor y no admito ni tus razones ni tus penas.

Se odia porque se es superficiales, porque se carece de idea propias, por ignorancia, por ser parte “de la legión de idiotas que antes hablaban solo en el bar” como sostenía Umberto Eco.

El hombre es un animal egoísta con instinto de supervivencia, si sospecha que algo podría afectar su bienestar, su casa, su jardín, su trabajo, su rutina, el hombre teme y ese temor genera odio, porque no somos capaces de reaccionar de otra manera. El odio es el fruto de nuestra impotencia ante una realidad que nos amenaza, y es suficiente poco, muy poco para generarlo; además, una vez que cae sobre un cuerpo lo corroe y contamina con su potencia. Diseminar el odio es más fácil y económico que sembrar el trigo, es suficiente saber usar las palabras.

¿Son acaso culpables los políticos que ante la carencia de ideas incitan y bendicen las reacciones más perversas y primitivas del ser humano? ¿Son acaso culpables las redes “asociales” que se han convertido en el ring predilecto para atacar a los teóricos adversarios? ¿O tal vez es obra de aquellos que desperdigan palabras violentas sin considerar el contagio que esto provoca? Vivimos bajo una continua inyección de odio, inoculado gota a gota, que impide la piedad, que permite que las guerras se prolonguen al infinito, se autogeneren y sigan alimentando rencores.

Vuelve a florecer la adulación de personajes muertos hace décadas que incidieron con sus idealismos enfermizos de manera fundamental en la historia, erigiéndose de forma nefasta como poseedores de verdad y bienestar, los salvadores de la patria, los paladines que provocaron la debacle del pueblo, de ese “pueblo” abusado en su significado y usado con tanta ligereza que se asemeja a un vilipendio. El "pueblo" convertido en masa informe de idiotas, el “pueblo" hecho rebaño. Ya no hay personas, hay pueblo. Una persona implica una individualidad que el pueblo no posee y el individuo asusta más que el pueblo, porque piensa.

El pensamiento crítico no puede permear a un pueblo sino al individuo que compone la población que a su vez decide actuar según ese pensamiento y puede optar por solidarizar, por formar una comunidad. El pueblo no es sinónimo de comunidad ni genera patria (otra palabra abusada). El pueblo es un eslogan “El pueblo unido jamás será vencido”, “El pueblo está contigo”, “El pueblo está conmigo”, “Es la voluntad del pueblo”, un conjunto de algo que ha perdido su personalidad y se ha fundido en un todo maleable y dúctil, fácil de engañar y someter.

Los insultos corren parejos de derecha y de izquierda, poseedores de la verdad universal no nos sonrojamos siquiera ante nuestra osadía de creer que somos los únicos sabedores de devenires.

Este mundo empapado de superficialidad asemeja cada día más a la puerta de un nuevo círculo dantesco: el de los odiadores profesionales, gente inescrupulosa y trivial protegida por sus nombres ficticios y oculta detrás de una pantalla, gente cobarde que tal vez no desdeñe salir a la calle a dar una paliza en una manifestación si es necesario, ni tampoco se sonrojan porque llevan levantado el brazo derecho ni por su odio antisemita ni por admirar a quien cometió un genocidio, como tampoco se avergüenzan esos pseudo secuaces religiosos que odian con más intensidad, inspirados por algún divino sentimiento.

Dicen que el odio es ciego y lo mismo se dice de la justicia, tal vez eso valga para la segunda, el primero tiene una mira certera y una magnífica puntería para derribar víctimas, mientras avanza en esta humana deshumanización.

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