En la pared hay una puerta pequeñísima rodeada por un corazón de color verde. La puerta es tan baja que una persona de estatura normal debe agacharse para atravesarla. Alicia se detenía siempre frente a ella porque oía pronunciar su nombre cada vez que pasaba por allí.
Alicia… Alicia… La puerta y el viento la llamaban, ella lo oía clarísimo, pero si lo comentaba todos la creían loca.
¡Te llevaremos con los chiflados, Alicia!, la amenazaba su hermana mayor.
Alicia…Alicia… oyó ella aquel día de sol amable. Sin pensarlo, carcomida por la curiosidad, de un empujón consiguió abrir la pequeña puerta de madera que solo esperaba que Alicia se decidiera a entrar en su mundo.
¡Alicia, Alicia!, llamaban las voces desesperadas, buscándola cuando ya no volvió, incapaces de verla oculta entre la hierba, poco más alta que una hormiga.