— Bueeenas noooooches. — ¡Ay, hijo, que susto me has dado! — Señora, no creo que nadie se asuste al oír decir buenas noches. — No, si no es por eso; es qué estoy aquí sola, esperando el autobús y llegas tú por detrás de mí, como si hubieras salido de debajo de la tierra..., además, las "buenas noches" se dicen asi y no "bueeeenas noooooches", que ya son ganas de asustar, ya... — Bueno, pues que le vamos a hacer, es mi forma de ser. Mire, respecto a lo de salir de debajo de la tierra, ha acertado usted de lleno y en cuanto a lo de hablar asustando, no lo puedo evitar porque soy muy malo. — No será para tanto, todos tenemos nuestras cosillas. — A mí me lo va usted a decir..., pero yo soy el peor de todos, soy la personificación de la maldad. — No estés tan seguro, que yo conozco gente con muy mala sangre..., por ejemplo, el otro día, la vecina del cuarto, que es una cotilla y una bruja... — ¡Calle!..., yo soy infinitamente peor que todos los que usted pueda conocer. Mi maldad supera a la de toda la Humanidad junta. — ... ... — Asi es, no ponga usted esa cara de incrédula y créame. — Pues bueno, pues vale, pues te creo..., si eso te va a dejar tranquilo... — ¡Basta de palabras¡ ¿Sabe por qué estoyaquí?¿Usted sabe quién soy yo? — ¿Cómo voy a saberlo si es la primera vez que te veo?... Pues debes ser alguien muy malo, por lo que cuentas. — ¿De verdad no sabe cuál es mi nombre? — ¡Que pesado... qué no! — Pues... ¡Yo soy el Íncubo! — ... ... — ¿Qué..., se ha quedado sin habla por el miedo? ¿Está aterrorizada? — Hombre, el nombre es bastante feo, aunque original, eso sí..., pero miedo, lo que se dice miedo, no da. Yo conozco nombres peores..., sin ir más lejos, mi primo Danilo..., también tengo un cuñado que se llama Ascasio... Venga, no te preocupes, que cosas peores hay en este mundo que llamarse Picudo o como sea, que ya se me ha olvidado. — ¡ Usted no entiende nada! ¡Yo soy Belcebú! — Mira, eso si comprendo que te moleste, porque llamarse Picudo Benelúx es como para tener un trauma de por vida. ¡Menudos cachondeos habrás tenido que aguantar en el colegio y en la mili!...Pero, te repito, asustar no asusta..., si acaso da un poco de risa. — ¡Soy el seis, seis, seis! — Ahora si que te doy la razón, también son ganas de hacerle la puñeta a uno... ¡Anda, que ponerte números como si estuvieran bautizando una línea de autobuses! No lo tomes a mal, pero es que hay padres que, con tal de ser originales, dejan a sus hijos marcados para toda la vida... — ¡Usted está loca!!...¡Soy el Gran Cabrón! — Esto ya no; espera..., que te estás pasando un pelín... Yo te estoy escuchando de buena fe, porque creo que tienes un problema con tus nombres y, por eso, te he tratado de animar buenamente; pero, si te empiezas a calentar la boca "que si soy gilipollas o un cabronazo", con perdón..., pues no. Que estas cosas luego acaban mal. a mí, que tú te llames Seiscientos Catorce Peludo Marabú, pues ¿qué quieres que te diga?... que te acompaño en el sentimiento y no puedo hacer más. Pero, si me vienes con los problemas de tu relación de pareja, "que si me pone los cuernos", "que si soy un cabrón", "que si un amigo del trabajo"...; mira, olvida eso, Setenta y Seis, yo te invito a un cafecito, hablamos del tiempo o de política, si quieres, y luego cada uno para su casita. — ¡Soy Satanás! — Claro, es muy normal que, con esos nombres, acabaran poniéndote un mote. Ahora, lo que no me gusta es mezclar cosas de la Iglesia..., podían haberte puesto otro y no ese de El Sotanas..., además, queda muy feo. — ¡Bien, ya me cansé! ¡He venido a por usted!... ¡Soy Lucifer, el Demonio, el Ángel Caído, el Príncipe de los Infiernos, el Rey de las Tinieblas y el Averno!... ¡Soy...! — ¡Calla hijo, calla, que pareces una máquina!... ¡Pues anda que no eres cosas!... Y, si gritas, me pones nerviosa y no entiendo casi nada... — Soy... — ¡Que te calles, leñe, que vas acabar enfadándome...! Además, me parece que has dicho que te llamas Ángel y que te has caído... Pues, aparte recomendarte que tengas cuidado que las aceras están muy mal, resulta que me has estado tomando el pelo y, al final, te llamas Ángel, que es un nombre muy bonito y yo aquí, hablando mal de tus padres..., pobrecillos... — Por última vez..., le digo que he venido para llevarla conmigo... — ¡Nada de eso, majo! Bastante rato he perdido yo escuchando tus problemas, como para que nos vayamos ahora de paseo. Mira, busca una de tu edad, que yo no estoy para trotes..., y cambia tu forma de ligar, que así no te vas a comer una rosca. Además, me esperan mis nietos para ir al cine y voy a llegar tarde... Así que ya nos veremos otra vez. Ah, y procura ser un poco más tranquilo, que tú no te ves, pero estás completamente rojo, parece que te va a dar algo. — ¡Soy el Innombrable! — Para mí que tú estás de coña... ¿Sabes lo que te digo?, pues que está muy feo que intentes tomar el pelo a una ancianita como yo. O sea, que primero me dices que te llamas de cien formas y, ahora, que eres el innombrable..., pues menos mal, porque si no llegas a ser el innombrable hubieras necesitado el santoral para ti solo. — ... ... — Anda, que ya se me ha pasado el enfado. Toma esta estampita del Sagrado Corazón que está bendecida y seguro que te quita todos tus males... Pero ¿dónde vas?... ¡qué no te llevas la estampita!... Desde luego, vaya un chico más mal educado, ahora resulta que quién tenía prisa era él. ... ... ... ... ... ... — ¿Qué te pasa, hija mía, que vienes tan sofocada? — ¿Es qué no has visto nada?... — No, yo estaba aquí, hablando con un joven algo estrafalario. —¡Pues no me va a creer! ¡Ha sido en aquella esquina!¡Cruzaba yo con dos amigas y ha pasado algo corriendo que hubiéramos jurado que era el Diablo en persona! — ¡Ay, calla, calla, ni me lo nombres!..., que no hay cosas que más miedo me den que las del Diablo... ¡Qué Dios nos libre de él!... Pero, tranquilízate, seguro que has visto mal. A mí también, a veces, me pasan cosas parecidas y es que una ya no ve muy bien, porque la edad es muy mala para estas cosas de los sentidos... La cabeza, gracias a Dios, me rige bien, pero...